Liov Nikolayeyich Mischkin diríase un reflejo literario del propio Dostoievski; el personaje padece, incluso, la misma enfermedad que el escritor: es epiléptico.
Liov Nikolayevich Mischkin pertenece a la realeza: es un príncipe. El autor lo describe como todo sentimiento, todo ingenuidad.
Es cristiano, pero a pesar de sus cualidades no puede afrontar los males y las pasiones de la sociedad.
Sometido a una cura de reposo en Suiza llega a San Petersburgo donde entabla amistad con la familia del general Epantchin.
Conoce a través, de sus amigos a muchas personas, interesándose más por los conflictos, los parias: Keller, un rufián aprovechado; Rogochin, de alma impetuosa que lo llevaría después a cometer un crimen, y Levedev e Ivolguin, dos alcohólicos de excelente humor y pésimas costumbres.
Por otra parte, su amor se divide entre dos jóvenes, la una, Aglaya, hija del general Epantchin, quien no asume los convencionalismos sociales y tiene un carácter sensible y sincero, pero fuerte; y la otra Nastasia, una hija del pueblo marcada por un rosario de vejaciones agravios que han desembocado en un rencoroso complejo de inferioridad.
En Aglaya, el príncipe adora la naturaleza virgen, con toda la inocencia alegre que esta encierra; en Nastasia, los sentimientos se inclinan por la ternura que inspira el padecimiento de un triste pasado que cambia, debido a su amargura, el amor por odio.
La balanza se inclina finalmente en favor de Nastasia a quien el príncipe considera pura, pese a su pasado infernal.
La boda se celebra y, al finalizar, la novia huye en compañía de Rogochin, uno de los amigos de su esposo.
Rogochin lleva a la muchacha a su retirada casa y esa misma noche en un rictus de apasionada locura, la última a puñaladas. Mischkin llega al lugar del terrible episodio para rescatar con su amor a Nastasia, quien fallece transfigurada bajo el arma manejada con fiereza por Rogochin.
El príncipe, tras perdonar al asesino, vela toda la noche junto a él el cuerpo inerte de su esposa. De allí saldrá de nuevo trastornado de rumbo a Suiza donde se espera que la razón vuelve a acompañarlo.
Liov Nikolayevich Mischkin pertenece a la realeza: es un príncipe. El autor lo describe como todo sentimiento, todo ingenuidad.
Es cristiano, pero a pesar de sus cualidades no puede afrontar los males y las pasiones de la sociedad.
Sometido a una cura de reposo en Suiza llega a San Petersburgo donde entabla amistad con la familia del general Epantchin.
Conoce a través, de sus amigos a muchas personas, interesándose más por los conflictos, los parias: Keller, un rufián aprovechado; Rogochin, de alma impetuosa que lo llevaría después a cometer un crimen, y Levedev e Ivolguin, dos alcohólicos de excelente humor y pésimas costumbres.
Por otra parte, su amor se divide entre dos jóvenes, la una, Aglaya, hija del general Epantchin, quien no asume los convencionalismos sociales y tiene un carácter sensible y sincero, pero fuerte; y la otra Nastasia, una hija del pueblo marcada por un rosario de vejaciones agravios que han desembocado en un rencoroso complejo de inferioridad.
En Aglaya, el príncipe adora la naturaleza virgen, con toda la inocencia alegre que esta encierra; en Nastasia, los sentimientos se inclinan por la ternura que inspira el padecimiento de un triste pasado que cambia, debido a su amargura, el amor por odio.
La balanza se inclina finalmente en favor de Nastasia a quien el príncipe considera pura, pese a su pasado infernal.
La boda se celebra y, al finalizar, la novia huye en compañía de Rogochin, uno de los amigos de su esposo.
Rogochin lleva a la muchacha a su retirada casa y esa misma noche en un rictus de apasionada locura, la última a puñaladas. Mischkin llega al lugar del terrible episodio para rescatar con su amor a Nastasia, quien fallece transfigurada bajo el arma manejada con fiereza por Rogochin.
El príncipe, tras perdonar al asesino, vela toda la noche junto a él el cuerpo inerte de su esposa. De allí saldrá de nuevo trastornado de rumbo a Suiza donde se espera que la razón vuelve a acompañarlo.