LA MINA DE SAL
Cuentan los cronistas que había una mina de sal en las afueras del pueblo de
Rioja.
Esta mina tenía una madre, que convertida en una viejita haraposa se
presentó en la casa de una señora, que estaba preparando tortillas de yuca,
muy populares en esa región.
La madre de la mina pidió a la señora que le invitara un pedacito de sus
tortillas, para probar la sal.
La señora accedió sin problema. La viejecita
probó el trozo convidado, lo saboreó y luego estornudó sobre el batán donde
estaba el resto de la masa de yuca, diciendo que le faltaba más sal.
Cuando
sucedió esto, la dueña de la casa se molestó mucho y la echó, insultándola
por cochina.
La vieja, resentida, cuando salió de la casa, dijo: “Si no me quieren por
aquí, me iré muy lejos… y hasta allá irán a buscarme”.
Luego, se marchó.
La dueña de la casa no comprendió lo que la viejita quería decir, ni quién
era.
Pero esa noche, entre sueños, comprendió que era en realidad la Madre
de la Sal.
Pasaron los días, y cuando los pobladores fueron como de costumbre a la
mina a recoger sal para el pueblo, no la encontraron.
Regresaron a sus casas
muy apenados.
Cierta vez, un grupo de cazadores del pueblo se internaron en la selva
en busca de animales, y encontraron allí una mina de sal, en las faldas de un
cerro, en un lugar muy lejano de donde estuvo la mina anterior.
Desde ese día, el pueblo debe utilizar la sal de esa mina lejana.