En la miserable pensión Vauquer viven varios pensionistas, entre los cuales se halla un joven estudiante ambicioso, Eugenio de Rastignac; un robusto cuarentón, el enigmático Vautrin; y un viejo, papá Gorrito, de quien todo el mundo se burla aunque él no se preocupe de ello porque solamente piensa en sus dos hijas, la condesa Anastasia de Restaut y la condesa Delfina de Nucingen.
Rastignac las encuentra en el gran mundo y descubre que no hay en ellas mas que frivolidad y egoísmo, como en toda sociedad ávida de disfrutar y de lucir. No obstante, hace la corte a Delfina, con la esperanza de imponerse con este primer éxito.
Vautrin le aconseja un camino mas rápido: “Es imposible triunfar siguiendo los caminos mediocres de la honradez”. Y le propone un plan: por medio de un crimen que él se encarga, convierte al joven en millonario: “Es preciso ensuciarse las manos para ser cocinero; en eso consiste toda la moral de nuestra época”.
Pero Vautrin es detenido y confiesa ser el famoso Jacques Collin, apodado “Trompe-la-Mort”, general de los presidiarios. De esta manera, Rastignac se libra de los compromisos en que lo envolvía Vautrin.
No obstante, los cínicos consejos de éste lo han enderezado por el camino de la corrupción. Por otra parte papa Goriot se hace cómplice de todas las indelicadezas de sus hijas, a fin de verlas felices.
Se desprende de sus últimas rentas para darles secretamente el dinero que constantemente necesitaban; y cuando muere, en medio de la mayor miseria, ni una ni la otra van a asistirle en su agonía, durante la cual les habla, las llama y las bendice.
El anciano es enterrado en el Pére Lachaise, envuelto en una mortaja pagada por Rastignac y uno de sus amigos.
Rastignac las encuentra en el gran mundo y descubre que no hay en ellas mas que frivolidad y egoísmo, como en toda sociedad ávida de disfrutar y de lucir. No obstante, hace la corte a Delfina, con la esperanza de imponerse con este primer éxito.
Vautrin le aconseja un camino mas rápido: “Es imposible triunfar siguiendo los caminos mediocres de la honradez”. Y le propone un plan: por medio de un crimen que él se encarga, convierte al joven en millonario: “Es preciso ensuciarse las manos para ser cocinero; en eso consiste toda la moral de nuestra época”.
Pero Vautrin es detenido y confiesa ser el famoso Jacques Collin, apodado “Trompe-la-Mort”, general de los presidiarios. De esta manera, Rastignac se libra de los compromisos en que lo envolvía Vautrin.
No obstante, los cínicos consejos de éste lo han enderezado por el camino de la corrupción. Por otra parte papa Goriot se hace cómplice de todas las indelicadezas de sus hijas, a fin de verlas felices.
Se desprende de sus últimas rentas para darles secretamente el dinero que constantemente necesitaban; y cuando muere, en medio de la mayor miseria, ni una ni la otra van a asistirle en su agonía, durante la cual les habla, las llama y las bendice.
El anciano es enterrado en el Pére Lachaise, envuelto en una mortaja pagada por Rastignac y uno de sus amigos.