Desde el mes de octubre de 1989, miles de alemanes orientales se agrupaban en diversas ciudades para exigir la dimisión de los gobernantes, la celebración de elecciones libres y otras reformas. Asimismo, los intentos de huida a la republica federal alemana se venían incrementando vertiginosamente.
El 9 de octubre, el jefe del partido comunista ordeno usar la fuerza para contrarrestar las protestas. Gorvachov advirtió a los dirigentes que no contarían con el apoyo Soviético si usaban la fuerza. Días después, el primer ministro y presidente del partido comunista fue reemplazado por Egon Krenz, comandante del ejercito, quien trato de apaciguar a los manifestantes.
El 9 de octubre, el jefe del partido comunista ordeno usar la fuerza para contrarrestar las protestas. Gorvachov advirtió a los dirigentes que no contarían con el apoyo Soviético si usaban la fuerza. Días después, el primer ministro y presidente del partido comunista fue reemplazado por Egon Krenz, comandante del ejercito, quien trato de apaciguar a los manifestantes.
El 9 de noviembre, el nuevo gobierno abrió la frontera con la republica federal alemana. Ese día, miles de Berlineses escalaron el muro y, armados de picos y cinceles, hicieron realidad su sueño: derrumbar el muro de Berlín. La guerra fría había terminado.