LA BATALLA DE TARAPACA
- (27 de noviembre de 1879) -
Las pocas tropas que pudieron salvarse, luego de la batalla de San Francisco, se replegaron hacia Tarapacá con el objeto de que una vez repuestas pudieran continuar su marcha hasta arica estableciendo, así, contacto con el resto de las fuerzas nacionales.
Sin embargo, los chilenos al tener noticias de que nuestros habían hecho alto y que se encontraban descansando, resolvieron atacarlos por sorpresa.
Al efecto, al despuntar el alba del 27 de noviembre hicieron su aparición en los altos de la hondonada que asienta a Tarapacá.
El jefe de la plaza, coronel Belisario Suárez, dicto lo conveniente para la batalla y así se lanzaron resueltamente al ataque, haciéndolo con tal ímpetu que, pese a que el enemigo había formado en semicírculo, sobrepasaron sus líneas, apoderándose de varias piezas de artillería y poniendo en fuga precipitada a las desorganizadas fuerzas chilenas.
Este triunfo de Tarapacá en nada venia a solucionar la situación de las tropas que continuaban encerradas en el desierto y sin posibilidad de auxilio de la base de aprovisionamiento que, ahora, se encontraba en Tacna.
Por ello hubieron de proseguir su marcha hacia el norte en medio de un sol abrasador, la inclemencia del desierto, la escasez de agua y provisiones y las deserciones de las fuerzas bolivianas; todo esto diezmaba por completo a nuestro ejército.
La provincia litoral de Tarapacá se había perdido. Nuestras fuerzas luego de penosa marcha arribaron a arica y Tacna. El enemigo se preparaba para su próxima campaña en esta región.