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RESUMEN EL MATADERO - Esteban Echeverria

El relato da la impresión, en un principio, de ser un cuadro de costumbres que relata la falta de carne en la cuaresma bonaerense de 183…

Los abastecedores de carne solo traen en días cuaresmales, al matadero, los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos. Sucedió pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa, que anego los caminos y las calles de entrada y salida a la ciudad, que rebosaban de acuoso barro.

El rio la plata, creciendo embravecido, empujo esas aguas que venían buscando su cause y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplanes, arboledas, caseríos y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras.

Todas esas calamidades eran aprovechadas por los federales resistas, quienes atreves de la iglesia, culpaban a los unitarios (opositores de la dictadura de rosas) ante el pueblo, de ser culpables de la desgracia.
Por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna; durante este tiempo, los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas.

Este estado de cosas trajo consigo la especulación y el encarecimiento de los alimentos vitales, lo que degenero en tal hambruna, que mucha gente adelanto su viaje al cielo.

El gobierno, para calmar los ánimos de la población, envió el decimosexto día de la carestía cincuenta novillos gordos, poca cosa por cierto, para una población acostumbrada diariamente de 250 a 300 cabezas. A los gritos de ¡Viva el gobierno!, los corrales se llenaron de carniceros, achuradores y curiosos. 

La primera res que se mato fue toda entera de regalo a un líder del gobierno ahí presente, hombre muy amigo del asado.

Una comisión de carniceros marcho a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole a vivas voces su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al dictador Rosas y su odio entrañable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. Siguió la matanza y en un cuarto de hora, cuarentainueve novillos se hallaban tendidos en la playa del matadero, desarrollados unos, otros por desarrollar.

La visión del matadero era grotesca. Cuarentainueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de decientas personas hollaban aquel suelo de lado regado con sangre. Las figuras más provinentes eran los carniceros con cuchillos en mano, brazos y pecho desnudo, cabello largo y revuelto y chiripa y rostro embadurnado en sangre.

En ese ambiente dantesco, se mesclaba la gente mas necesitada, que pretendía en un descuido hacerse de un sebo o de una tripa para su sustento. Un novillo había quedado en los corrales. Cuando fueron a matarlo, logro huir debido a que el lazo que lo sujetaba estaba flojo.
En su loca huida arremetió contra un niño a quien decapito en un instante con una de sus astas. El animal horrorizado por los griteríos tomo hacia la ciudad donde anduvo en distintas direcciones. Una hora después de su fuga, el toro estaba otra vez en el matadero.

Después de atarlo fue matasiete, un fanático resista, quien descargo con su cuchillo en el cuello del animal toda su furia. En dos por tres estuvo desollado, descuartizado y colgado en la carretera el maldito toro.

Mas derrepente la ronca voz de un carnicero grito: ¡Allí viene un unitario! Incitado por la chusma, matasiete arremetió contra el joven unitario. Sujetado por dos hombres, el joven unitario fue sometido a las más infames humillaciones. 

Cuando pretendieron desnudarlo para azotarlo, fue tanto el forcejeo que sostuvo el unitario con sus captores y tanta la rabia acumulada, que un torrente desangre broto borbolloneando de la boca y la nariz del joven. La diversión infante de los federales había terminado.

Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas. En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban averga y puñal la federación resista, y no es difícil imaginarse que federación saldría de sus cabezas y cuchillas. 

Llamaban ellos “ salvaje unitario” a todo al que no era degollador, ni salvaje, ni ladrona, todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado, amigo de las luces y la libertad, se le consideraba enemigo del gobierno. Por todo lo visto en este argumento puede verse a las claras que la esencia de la federación estaba en el matadero.