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LA BATALLA DE MIRAFLORES


LA BATALLA DE MIRAFLORES


Lima se aprestaba en su última batalla: la de Miraflores. Catedráticos de la universidad, vocales de la corte, miembros del colegio de abogados e integrantes de magisterio junto a estudiantes de toda edad se confundían con los albañiles para terminar los reductos defensivos. 

Lo mejor de la juventud limeña se presentó en Miraflores solicitando un fusil. Juventud y niñez, porque grupos escapados de los colegios también hicieron su aparición pidiendo servir de aprovisionadores en las piezas de artillería.

Miraflores fue una reunión de improvisados, de bisoños que empuñaban arma por primera vez; eran jóvenes y niños, asimismo hombres maduros y hasta viejos que se habían dado cita en el campo con la convicción de que no iban a ganar esa batalla. Se juntaron, pues para morir en servicio de patria.

Los reductores eran siete y mediaba algo así como un kilómetro entre cada uno de ellos. En cada reducto, lo hombres no hacían sino mirar al sur, al tiempo que empuñaban un fusil distinto al de su compañero. Los chilenos, saliendo del humeante y destruido pueblo de barranco, se habían apostado cerca de la actual quebrada de Armendáriz. 

Todos tenían sus bayonetas caladas y los jinetes sus sables desenfundados. Sin embargo, peruanos y chilenos respetaban el armisticio logrado por los diplomáticos extranjeros.

De repente, nunca se supo dónde, salio un disparo otro le contesto y se generalizaron los tiros. A eso de las 2 de la tarde la batalla era una realidad. Cáceres se lanzó con sus hombres desde la derecha peruana y lo hizo con tanto éxito que hizo retroceder a la artillaría chilena. 

La situación se torno a eso de las 4 de la tarde los chilenos temían perder la batalla y mucho de ellos se escondieron tras la tapia de los potreros teniendo que ir por ellos sus propios oficiales. Baquedano vislumbró otra batalla de Tarapacá, y dispuesto a evitar el desastre, realizo esfuerzos inauditos.

El fruto fue casi nulo. Felizmente para él comenzaron a escasear las municiones en el campo peruano.
Una vez más ganaron las armas superiores de los soldados de línea y los chilenos lograron rebasar un reducto.

Miraflores, era una batalla totalmente perdida. Sin embargo, valgan verdades, fue una victoria inesperada para los chilenos.

En esta batalla murió la flor de la juventud limeña.

El 20 de octubre de 1883 se firmó en lima el tratado de paz llamado comúnmente TRATADO DE ANCÓN por su redacción final se hizo en el balneario de ese nombre. Firmaron por el Perú José Antonio Lavalle y Mariano Castro Salivar, por chile lo hizo el plenipotenciario Novoa.

Se convino que el Perú cediera la provincia litoral de Tarapacá hasta el río Camarones; que chile seguiría poseyendo las provincias de Tacna y Arica, desde el río Camarones al río Sama, por tiempo de diez años a partir del Tratado de Ancón y que finalmente un plebiscito al cabo de ese tiempo decidiría si tales provincias regresaban al Perú o continuaban con chile. 

A modo de reparación el ganador definitivo de Tacna y Arica debía pagar al perdedor la suma de diez millones de pesos chilenos.